DOCUMENTOS PASTORAL JUVENIL

domingo, 23 de noviembre de 2014

EXPERIENCIA DE NICOLÁS IGLESIAS - JOVEN URUGUAYO

Esta es la experiencia de Nicolás Iglesias un joven Uruguayo de 25 años que se encuentra prestando un servicio voluntario con la Fundación América Solidaria  Haití por un año. Después de dos meses en esta experiencia comparte lo que está significando este tiempo para él. El pertenece a una comunidad de CVX  y le escribe a su comunidad.
Le hemos pedido permiso a Nicolás para hacer extensivo a otros sus vivencias.



“Cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: ‘Amigo, sube más arriba’. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido”. Lc 14, 10-11.

Querida Comunidad:
¿Cómo están? Yo los extraño mucho, me hace mucha falta el espacio que ustedes me brindaban.
Hace ya dos meses que partí de Montevideo, pero parece mucho más tiempo. Cada día que pasa parece que viviera con más alegría este evangelio. He sido durante mucho tiempo un comensal más. Ahora veo constantemente a aquellos que se sientan en el último puesto sin dudarlo. La vida los ha llevado ahí y su sonrisa, su dignidad y su agradecimiento no cesan. No puedo más que pensar en San Ignacio, o Santa Teresita que viven también con dignidad la pobreza que les ha dado Dios. Los haitianos son la alegría perpetua del evangelio.

En un principio uno no puede escapar de la intensidad con que se vive todo acá, uno tiende a ser el centro de la atención porque para uno todo es nuevo, y eso llama la atención. Es difícil escapar del “blank, blank” que te gritan constantemente por la calle. Es un poco agresivo a veces porque se identifica al blanco con un estereotipo de extranjero colono que viene a invadir tierras y a hacer dinero. Están acostumbrados a un blanco que da dinero constantemente sin la necesidad de recibir nada y que se escabulle por la noche para esconderse en sus casas lujosas en el país más pobre de América. ¿Acaso, muchas veces, no es esa la imagen de la pobreza que existe también en nuestro país? La desigualdad muchas veces se esconde en una solidaridad falsa de entregar bienes materiales sin empoderar al otro o sin la construcción conjunta de una sociedad mejor.

Pero uno se va haciendo parte, aprendiendo el idioma y eso genera puentes entre la comunidad y vos. Agradezco a Dios por estos puentes que son mi felicidad más grande al día de hoy.
Gracias a Dios trabajamos desde la perspectiva del encuentro, de la construcción. Existe mucho respeto mutuo y las ganas de trabajar en conjunto y construir algo nuevo.

Es raro, uno se imagina que viene a la pobreza extrema cuando en realidad vive con muchas comodidades. Aún con falta de agua y luz vivimos mejor que el 80% de los haitianos. A veces me da miedo pensar que nunca va a ser suficiente y que siempre voy a querer vivir más austeramente. En realidad creo que esto es una ilusión porque justamente lo que queremos combatir es la pobreza, no podemos alabar la misma tratando de vivir cada vez de manera más “pobre” como lo han hecho muchos compañeros religiosos alabando un Cristo pobre. Creo que interpretamos mal la palabra “el Hijo del Hombre no tiene donde reposar la cabeza” (Mt 8, 20). No se trata de ser pobre sino de aceptar lo que nos da Dios, ser completamente agradecidos y combatir la pobreza con la justicia. Siento que en mi deseo más profundo siempre va a estar querer vivir cada vez con menos recursos. A veces es posible que entre en una dinámica perversa de la culpa, vestido de “ángel de luz”, como diría nuestro amigo Ignacio. Pero doy gracias a Dios por la oportunidad que tengo de rezar estas cosas en profundidad y de poder hacer de mi vida una oración. ¿Dónde está la línea entre pobreza y austeridad? Seguirá siendo una constante en mi oración, no sea que termine como Chris McCandless.
Haití es tan o más pobre de como dicen, pero no existe un infierno tan digno como este. La pobreza más radical, la que vive en choza, la que no tiene baño, ni ventana, ni puerta, esa pobreza, es la que más sonríe y la que sale a trabajar cada día. No hay nadie que no trabaje, no hay nadie que no salude, no hay nadie que no sonría. Así entonces no existe una miseria asumida, existe un placer de vivir como Dios nos quiere. El valor de todo esto no radica en que yo venga a decirle a nadie cómo tiene que vivir, porque ellos son más felices que cualquiera de nosotros. El valor radica en el encuentro, en el desafío de la hermandad en Dios.

Hace unos días conocí a un hombre llamado Ruffi (los nombres haitianos son bastante extraños, así que pido que se me perdone mi inexactitud). Es el casero de una casa que tienen las monjas de Jesús María en una zona llamada PlatonDyanni. Dejame contarte su historia.

PlatonDianny es como cualquier zona rural de Haití, sin luz, sin agua, sin internet, sin wifi: casa y naturaleza. Para lavar tu ropa tendrás que caminar algunos kilómetros a la fuente de agua más cercana, sea un río o una fuente (hay construidas algunas fuentes de material cada tanto con este propósito). Tenemos dos posibilidades para llegar a PlatonDyannidesde Jean Rabel (la zona de ciudad/pueblo más cercana): Camioneta 4 x 4 (de lo más común en Haití), o caminando. Esto se debe a que las carreteras… bueno, no, no hay carreteras. Por esto cuando llueve se cierra todo camino y los autos no pueden pasar. Simplemente es muy peligroso.

Acompañados de una persona que conocía la ruta mejor que nosotros (esencial para manejar en Haití) nos fuimos a este sitio un sábado, pensando en volvernos el domingo. La persona que nos acompañaba debía volver con el auto ese mismo sábado y retornar por nosotros al otro día. Teníamos tiempo de estar con la comunidad, conocer a los adultos y jugar con los niños. El problema fue que el sábado por la noche se largó a llover. Esto hacía imposible nuestro retorno el día domingo, por lo tanto emprendimos nuestra vuelta el lunes, pero no como lo esperábamos. Nuestro medio de transporte fueron nuestras propias piernas, que debían también soportar nuestro equipaje. El camino, entre la lluvia, el barro y las piedras se hacía imposible. Sin contar que teníamos el peor calzado de la historia, por lo que terminamos caminando descalzos.

Dos cosas quisiera rescatar a continuación, y espero que se valoren tanto como yo las he valorado. Primero el servicio y la alegría de la gente que salió a nuestro encuentro durante las dos horas y media de viaje para ayudarnos con las cosas. Y segundo, Ruffi. Todo el viaje lo hizo con nosotros llevando en sus hombros una heladerita llena de alimentos con unas chancletas que parecían deshacerse. Sin contar que, a diferencia de nosotros, él tenía que hacer todo el camino de vuelta. No se quejó ni una vez, no dejó de sonreír y su servicio era su mayor alegría. No podía hacer otra cosa más que transmitir paz. ¿No es este un ejemplo claro del evangelio? De la alegría de sentarse a la mesa en el último lugar. Seguro él ya tiene su primer lugar en el reino de los cielos.

Todo esto, de a poco, ha sido como vivir los ejercicios espirituales en carne y hueso.
Principio y fundamento: el proceso constante que ha sido venir hasta acá. Un proceso que es ante todo de liberación. De darme cuenta que más allá de todo, antes que nuestras raíces, incluso antes que nuestras más mínimas bases de la vida, se encuentra Dios. Por ejemplo el lenguaje. Es algo tan básico, tan de raíz, tan esencial en nuestra vida que no nos damos cuenta de la herramienta que supone. Es algo que viene de hace tanto tiempo que nos supone ir a la raíz misma de la vida. Esto es hermoso puesto que uno se da cuenta de que puede encontrar a Dios aun no disponiendo de un lenguaje concreto.

Lo mismo pasa con nuestras formas de recibir amor. En Montevideo me he rodeado de gente con la que me siento cómodo y tengo mis lugares para tomar energías y generar reservas para salir adelante. Acá difícilmente uno está solo (aunque se hace los momentos). Son cosas que se van construyendo y de a poco me voy dando cuenta de que mi mayor amor siempre es Jesucristo, que no sólo me ha amado, sino que me ha enseñado a amar (y me sigue enseñando). Los niños son una fuente de amor inagotable y la forma de vida del haitiano (por muy compleja que sea en algunos aspectos) transmite el amor por el servicio. Doy gracias a Dios por eso.

Pecado: Esta se traduce en estructuras de superioridad de las que uno no se da cuenta que participa. De repente me sorprendo a mí mismo pensando que por qué tengo que aprender un idioma tan difícil, por qué tengo que ser yo, si es que vengo a trabajar por el bien del pueblo. Eso, el salvador. Pf.. Creo que uno vive en estas estructuras incluso sin darse cuenta.

Llamado: Este ha sido siempre del buen espíritu. Desde afuera muchos piensan y dicen que mi vocación es la educación y la primera infancia. Lo cierto es que sí, que amo esto, pero se equivocan en algo. He descubierto de a poco que mi verdadero llamado es a ser cristiano, a vivir como Cristo quiere que viva en donde él quiere que yo viva. ¿Qué más puedo pedir que esto?
Lo cierto es que hay momentos para discernir y otros para trabajar. Me fue difícil darme cuenta de eso, pero Dios llama también a la acción, y he tenido mi tiempo de discernimiento claro y ahora toca trabajar. “El amor ha de ponerse en obras más que en palabras”, y es un camino que también es de humillación, de trabajar en equipo, de dar protagonismo a otros, de crear algo común. Es hermoso.
Estar a los pies de la cruz con la infancia y la familia pobre como hermanos. Empoderarnos los unos a los otros para la construcción común de una mejor educación. Espero no estar para siempre y poder construir en conjunto. Este es el ideal que debemos perseguir. Es más, creo que el buen espíritu se encuentra sobre todo en estos ideales que queremos buscar como continente, la hermandad ante todo.
Creo que en el llamado uno no se da cuenta hasta qué punto tiene que ver más con los demás que con uno mismo. Esto es hermoso de descubrir porque converge tu vida con las necesidades del prójimo. Hace tiempo que vengo rezando mi lugar de laico, hice el compromiso de CVX pensando que este era mi lugar y hoy lo sigo confirmando más que nunca. El llamado es renovable cada día a cada persona con la que me encuentro. Voy ocupando lugares que ni yo sabía que iba a ocupar y voy siendo referente en otras áreas, como por ejemplo la espiritual y religiosa. Mi ser laico asume hoy no sólo el área laboral sino vincular con cada persona de mi vida. Esto ha sido y sigue siendo algo hermoso y doy gracias a Dios por eso.

Cruz: La cruz tiene dos partes. La primera es el camino hacia el calvario. Para mí ha sido la frustración y la ansiedad. Lo que más me ha costado es el tema del lenguaje. Es más difícil de lo que creí aprender un idioma del que nunca he escuchado ni una palabra. Esto me hace constantemente enfrentarme a frustraciones enormes de no poder comunicarme. Aunque tiene su parte buena (esa de aprender a comunicarse más actuando que hablando), también el mal espíritu entra constantemente en esta dinámica ya que a veces una ansiedad enorme toma control de mí. La paciencia es algo a cultivar, ya que si no me puede ganar pensamientos como “no lo estás haciendo bien”, o “esta no es tu tarea”. Más cuando estoy compartiendo tarea con una persona que es muy habilidosa para hablar el creole, esto supone que tengamos ritmos distintos habiendo empezado en el mismo lugar. Los celos son una reacción que nunca pensé que iba a tener, pero heme aquí, como un adolescente. Por eso doy gracias al Señor por la posibilidad de seguir creciendo en mi debilidad y hacer de esta cruz un camino de liberación, de humildad y abajamiento. Es hermoso descubrir que Dios dio otras lenguas a otras personas y está bueno el proceso que se requiere de uno para aprender la misma y vincularse con los demás desde su lugar, sin perder el suyo propio.

Por otra parte tenemos la contemplación misma de la cruz, aquella en que nos damos cuenta de que Cristo tuvo que morir por nosotros y agradecemos mil veces que no estemos solos. He aquí el camino de la felicidad: abajarse y humillarse como Dios lo quiso en la misma alegría de servir a otros. Esto es algo que sigo viviendo y aprendiendo hoy día y sobre todo en el trabajo. Pido a Dios paz para seguir este camino.

Algo curioso me ha pasado mientras rezaba la cruz. Me enfermé. Me vino una gripe de esas que te duele todo el cuerpo y no podés dormir. Fue terrible. Y acá en el norte no tenía medicamento que me aliviara el dolor. Pensé en que acá no es lo más común tener un medicamento que te alivie el dolor, eso es para los ricos, el 20% de la población de Haití. No es que quisiera sufrir o sentir dolor. Al revés, todo mi ser quería mejorarse. Pero pude aprovechar para agradecer el momento de sentir dolor con Cristo y pensar que él la tuvo peor que yo jeje.

Resurrección: Es raro. La resurrección no es sinónimo de consolación, aunque sí de alegría. Es sinónimo de confianza, de entrega y abandono. Y así he estado viviendo mi resurrección, sobre todo en el trabajo. Trabajar arduo hermanado con la diferencia y la alegría de saber que hemos brindado espacios de cuestionamiento y crecimiento para otros profesores.
Siempre pensé que iba a encontrar descanso en la resurrección, pero he encontrado más esperanza que camas jaja. Quisiera seguir rezando este aspecto de mi vida, porque sin él nada valdría la pena.
Pero sobre todo mi resurrección se ha encontrado en la eucaristía. En el misterio de Dios hecho pan. Es tan simple y tan maravilloso para mi que no puedo sino descansar en Él. He tenido la oportunidad de rezar en una pequeña capilla por el último mes y esto ha sido lo que me ha nutrido todo el resto de las experiencias y lo que sigue confirmando mi camino.

Contemplación para encontrar amor:En mi examen diario siento que empezar agradeciendo todo lo del día me pone en una situación mayor que yo, reconociendo que es Dios el que guía y está presente en mi vida constantemente. Siento que sigo queriendo profundizar en esto porque es lo que me hace ver la contemplación en la acción.

Nada más, espero que reces por mí en este proceso de liberación, yo rezo por ti.

Un abrazo,

Nico.